«Nous faisions le mal et le mal était bienfait.»

Que tuvieras el valor de mirarme como lo hiciste aquel día. Susurrando sílaba a sílaba cosas que solo nosotros entendíamos.

Que quisieras compartir conmigo cada minuto que nos arrancaban las manecillas. Que pusieras tus manos directamente en mi alma.

Que tus manos me arrancaran el miedo de cuajo con una impasibilidad extraordinaria. Tus manos cálidas en mi vientre en una noche cualquiera, buscando la verdad. La verdad más pura y nítida, la verdad más sagrada.

Tus manos queriendo quererme, tus manos haciendo borrón y cuenta nueva. Tus manos aborreciendo la realidad y prefiriendo la inseguridad de mis mañanas. Tus manos locas. Tus manos echando disolvente en el borrador de mi alma.

Tus manos, valientes, siguieron mirándome como lo hacían antes.

XXII

Deja un comentario